viernes, 22 de junio de 2012

¡A volar!


Creo que cada vez que sueño, vuelo, o al menos cada vez que recuerdo lo que sueño, ando volando.

Aprendiendo a volar (Virginia García Costa)

Dicen que científicamente está comprobado que los abejorros no deberían poder volar, y que si lo hacen es, porque no saben que no pueden volar.

Dado que vuelan, no voy a discutir la certeza de si pueden o no. Tampoco buscaré qué motivos llevan a un científico a querer estudiar la aerodinámica del abejorro y sus capacidades de vuelo. A mí, la verdad, me resulta indiferente. Los abejorros me parecen poco agraciados y molestos; así que, cuanto más lejos, mejor.

A mí lo que me encanta es la trascendencia de la afirmación:
"poder volar, porque no se sabe que no se puede volar"

La ausencia del miedo a no poder hacer algo, es capacidad para que lo hagamos.

Cuando os hablé del "Tu, si puedes" de mi sobrino Carlos, caía en la cuenta de la importancia de tener fe en el otro, y de que la fe que en mí deposita la otra persona, es como una fuerza superadora que me hace llegar mucho más allá de donde pudiera llegar sóla. La confianza en el otro es un resorte para que llegue mucho más alto.

Con el mito sobre el vuelo del abejorro, la confianza arranca del plano interior de cada uno, de la ausencia del miedo al fracaso como un motor para alcanzar lo que quiero.

Sin embargo, y siguiendo con el reino animal, seguro que conocéis la parábola del águila real de Tony de Mello:

EL AGUILA REAL 

Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba


«¿Qué es eso?», preguntó a una gallina que estaba junto a ella.

«Es el águila, el rey de las aves», respondió la gallina. «Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes de él».

De manera que el águila no volvió a pensar en ello.


Y murió creyendo que era una gallina de corral.



Si el abejorro, torpón, volaba porque no sabía que no podía volar. Nuestro águila, majestuoso, rey de las aves, pudiendo volar, no lo hace, porque está condenada a la ingnorancia de no saber quien es.  

El objetivo es volar, se pueda o no. El que quiere volar, vuela, aunque todo vaya en contra.





Seguiré volando solamente en mis sueños si no dedico tiempo a conocerme, a buscar quien soy, qué quiero ser y que estoy llamada a Ser. Y si además, me dejo llevar por lo que los otros "dicen" que soy, nunca caeré en la cuenta de que nací para algo muy grande, para volar muy alto.

No tengamos miedo, conozcámonos a nosotros mismos, dejémonos querer y ¡A volar! 

Hemos nacido para volar.

Feliz fin de semana




4 comentarios:

  1. Yo nunca he soñado que vuelo, o por lo menos nunca lo he recordado. Como bien dices, la fe que los demás tengan en nosotros nos ayuda a volar, pero tb es importante la confianza en uno mismo para ser capaz de arrancar y mejorar el vuelo. Buen post, como siempre :-)

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    1. Gracias! si nos lo creemos, podemos volar y Andar por las Nubes!!!!

      un beso grande

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  2. "si además, me dejo llevar por lo que los otros "dicen" que soy, nunca caeré en la cuenta de que nací para algo muy grande, para volar muy alto." Que razón llevas!!!
    Me ha encantado!!!

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