viernes, 1 de junio de 2012

¡Tú, si puedes!

¡Tú, si puedes! Yo no sé donde habrá aprendido mi sobrino de casi 4 años esta expresión, pero lo cierto es que se ha convertido en su grito de guerra.

Carlos, que así se llama, te sienta ante una hoja en blanco y unos lápices de colores y te pide que le dibujes un dinosaurio grande, un árbol grande, un hipopótamo también grande, un casa (grande), la caperucita de camino a la casa, el lobo (feroz, por supuesto) y un tucán. Y allí me tienes a mí intentando plasmar todo aquello en mi A4. Tengo que decir que el dibujo siempre me llevó por la calle de la amargura en el colegio, y que cuando llegué a 2º de BUP, elegí informática para no dibujar nunca más (aseguro que la informática en las aulas de los 80 no tenía nada que ver con la web 2.0)

Pese al mucho interés por mi parte en el dibujo del pequeño, lo cierto es que aquello que me pide, no me sale y se lo digo "Carlos, no puedo, no sé dibujarlo". Es entonces cuando Carlos, que ha seguido con fervor el curso de mi lápiz todo el rato, me mira fijamente y me dice con vehemencia:

 "Vamos" 
"Tú, si puedes"
 "vaaamos..." "Tú puedes"

¿Y sabéis que sucede con estas tres frases mágicas? pues que vuelvo a  intentarlo y dibujo todo lo que me pide y hasta medio bien.


Y es que Carlos, como tantos niños de su edad, tiene fe en sus mayores y sabe que todo lo pueden hacer. El cree  que somos capaces de todo. Poco a poco irá aprendiendo que algún límite que otro, tenemos. Pero mientras, a mí estos dichos suyos me dan la fuerza necesaria para hacer realidad sus pequeños sueños.

Los niños nunca dejan de enseñarnos y aunque, parte de su sabiduría viene precisamente del desconocimiento del mundo en el que están aprendiendo a vivir, no hay que perder de vista ninguno de sus comentarios porque pueden enseñarnos mucho a los mayores.

Yo como siempre, llevándo a la vida todo lo que me sucede, por pequeño que sea, hace unos días os contaba mi experiencia corriendo y la importancia de trasladarlo a la propia vida. La importancia del esfuerzo y de trabajar por aquello que queremos conseguir. Al fin y al cabo nuestra vida es una carrera de fondo. Bueno pues, en esta carrera de la vida, no estamos solos.

Si tienes fe en mí, no correré 100, correré 200, y si tengo fe en tí, te daré un impulso extra que, sin duda, te llevará antes a la meta.

Y tener fe en el otro es estar profundamente convencido de que tiene las capacidades para lograr lo que se propone. Carlos cree firmemente que yo lo puedo hacer, cree en mí. Y yo lo hago.

Creo en tí, tengo fe en tí, sé que puedes lograrlo, te conozco y conozco todo lo bueno que tienes y se que posees la capacidad para llevarlo a cabo.

Y tengo la certeza de que tú crees en mí; eres el impulso que necesito cada día para avanzar más allá de mis posibilidades, eres la mano que me ayuda a levantarme las muchas veces que me caigo.
  
Feliz fin de semana y no olvidéis

¡Tú, si puedes!

4 comentarios:

  1. me encanta, yo creo que a mi me da ánimos, y cuando me encuentro con algún bache, me viene a la mente la cara del enano diciendo "tú si puedessss" y salgo pa´lante jejeje

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Inma!
      no lo olvides nunca: ¡tú, si puedes!

      Un beso grande

      Eliminar