lunes, 28 de mayo de 2012

La mejor terapia, el amor


El médico que toda la vida había tratado sus vértigos le dio el alta diciéndole que los despistes eran cosas de la edad. En los primeros años de la década de los noventa el Alzheimer casi no se conocía y quienes tuvimos un familiar aquejado de la enfermedad tuvimos que aprender y hacer las prácticas al mismo tiempo y de forma acelerada. Por no haber, no había ni información.

Miento si le quito dolor, impotencia y desesperación a aquellos primeros años.  Ese no entender lo que estaba pasando por la mente de mi abuelita, sus cambios incomprensibles de comportamiento que fueron de una rebelión casi violenta a la más tierna dulzura en su final.

Si aquel prestigioso médico condenó su destino a la resignación; el por entonces recién creado Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y su equipo de neurología encendían una luz en el oscuro camino que habíamos iniciado junto a ella.

  "Ilumina mi noche con tu presencia" Isabel Guerra

Aprendimos lo que era el Alzheimer y, sobre todo, que se trataba de una enfermedad familiar, en la que uno de sus miembros de manera especial sufría la patología pero que el resto, no sólo no era ajeno a ella, sino que además era parte decisiva de la terapia.

Descubrimos la paciencia como la mejor de las virtudes, aceptamos con amor que ella ya no era la misma y que ante nosotros se descubría otra mujer que cada día, en lugar de aprender, desaprendía.

Le gustaba recitar cosas que había aprendido siendo niña y que no se sabe porqué, tardó más en olvidar, le encantaba cantar y nos llenó las navidades de villancicos. Un día la vimos escribiendo su nombre y celebramos aquel logro como el del primer paso del niño que está aprendiendo a andar.

Una mañana de junio murió su marido, nuestro abuelito, y no dejamos de aprender, descubrimos que ella, a su manera, también sintió la ausencia y la pérdida, no lo supo expresar, no sabía, pero lo sentía. Se apagó poco a poco y diez meses después ella también se marchaba, tal vez no supo seguir desaprendiendo sin él.

Casi veinte años después del inicio de aquella andadura celebro que muchas cosas han avanzado para bien en esta enfermedad. Enfermedad que aunque aún no tiene cura, hemos aprendido a devolver la dignidad al enfermo y mejorar su calidad de vida y la de su familia.

Hoy contamos con fundaciones, como Fundación C.I.E.N. dedicada a la investigación neurológica y en concreto su puesta en marcha del Proyecto Alzheimer entre cuyos objetivos está la creación de un Observatorio de Alzheimer.

Muchas de nuestras localidades cuentan con asociaciones de Alzheimer ofreciendo información, apoyo, formación... Numerosos centros de Día dan al enfermo y a su familia mucho más que unas horas  de servicio. Son profesionales que ofrecen la terapia más adecuada a cada enfermo, estimulándoles y proporcionando  apoyo a sus familias. Sabedores de que la mejor terapia para enfermo y familia es el cariño y el amor.

Corren tiempos malos para la financiación de muchos de ellos y no podemos dejarles a la deriva porque esta enfermedad de un modo u otro nos toca a todos.

Tengo el gusto de conocer muy de cerca el Centro de Día de San Rafael de Tomelloso y algún día dedicaré un post a hablar de todo lo bueno que allí hacen por nuestros enfermos y de todas las ideas que desarrollan para seguir adelante.

¡Féliz comienzo de semana!

4 comentarios:

  1. Pues...que tengo los ojos llenos de lágrimas, poco más puedo decir. Las dos sabemos el motivo.

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  2. Desde la Fundación CIEN queremos agradecerte la mención del Proyecto Alzheimer y darte las gracias por este post que traerá mucha luz a las personas que empiezan a conocer ahora lo que es la enfermedad. Un saludo

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    1. Toda mención es poca, gracias a vosotros que por haber apostado por la investigación de esta enfermedad. Vuestra dedicación y vuestro esfuerzo es impagable.
      Un fuerte abrazo

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