Ha llegado el momento que desde hace unos meses llevo esperando. Pasado mañana, partimos hacia Santiago.
Casi lo tengo todo, algún detalle que otro por
ultimar mañana y supongo que volver a hacer la mochila entre cuatro o cinco
veces más: quitando de aquí, remetiendo por allá, para que el peso no sea una
carga insoportable estos días.
No sé con qué me voy a encontrar, es un reto en
lo físico y por supuesto, una aventura para el espíritu. Un recorrido real por
la vida.
Una sabe como se va,
pero ignoro que me depararán los días de Camino hacia la tumba del Apóstol.
"Sin dolor no hay gloria", todos los
peregrinos lo saben, aunque hoy casi no me atrevo a mencionarlo ¿quién quiere
el dolor? nadie, pero sin él... Rezad por mi, para que cuando aparezca, que
aparecerá, sepa encontrar en él la redención.
Temo por mis pies, los he cuidado con sumo esmero
y cariño, pero la amenaza de ampollas planea sobre todo peregrino. Curiosa mi
obsesión por los pies, por lo que me sostiene, mis cimientos, aquellos en que baso mi existencia y los mismos que me permiten caminar y avanzar.
Durante un par de semanas estaré desconectada, a
la vuelta prometo compartir la experiencia y mostrar documentos gráficos del
que seguro será un apasionante viaje.
Peregrina ya desde hace semanas, hoy por muchas
razones tengo que confesar que mi actitud es de espera.
¿Qué tendrá la espera? reconozco que los que creemos lo tenemos un pelín más fácil, pues sabemos que nuestra
esperanza en cierta y que al final la ultima palabra no es humana.
Aun así, muchas veces quisiera tener poderes para
vislumbrar el futuro, o al menos un palantir
de los de Tolkien con el que poder
mirar acontecimientos o lugares distantes. Ahorraría en incertidumbre por no
saber, por no entender.
No saber si me estoy equivocando con la decisión
tomada. No entender que una vez puestos todos los medios posibles a mi alcance,
las cosas no salgan como pensé.
Sin embargo, la espera es un momento muy especial
y nada desdeñable, es el momento en el que te quedas a solas
contigo y tu esperanza es la única compañía.
Esperanza porque nada te pertenece, pero puedes
asirte a ella con tanta seguridad que nada podría derribarte.
Esperanza porque puedes creer que todo es
posible. Lo es.
Esperanza porque puedes sentir el frío de asomarte
al abismo sin saber sin volarás o caerás.
Esperanza porque puedes cerrar los ojos y
abandonarte.
Esperanza porque no depende de tí y has de dejarte llevar en brazos donde haya de ser.
Me voy hacia Santiago y aquí quedan enigmas por desvelar, pero, hay
que caminar. ¿Qué será?
Pues que sea lo que tenga que ser y que caminando
aprenda a asumirlo con normalidad. Normalidad que tiñe lo cotidiano de luz, normalidad que marca el ritmo adecuado a cada paso en la vida. Normalidad sin aspavientos, sin extremos, sin vaivenes emocionales que nos alteran y despistan a los demás.
Disfrutad de los días de descanso quienes podáis
y quienes no, tratad de sonreír y de ser felices porque los
demás nos necesitan alegres.
Y hablando de alegría, me despido con una de mis
músicas favoritas.
Os llevaré en la mochila, hasta pronto.